Portada del libro Sonetos del secano. Zaragoza, 1986
EL CASTELLAR
Secaderos del alma, secarrales,
jirones de mi suelo aletargado.
Soledades solemnes paso a paso
que dormitan un suelo de raudales.
Humildad de tomillo y matorrales;
enardecido cielo sin desmayo.
Huésped de sed que espera con los años
una lluvia de besos torrenciales.
Encendido horizonte acrisolado
de claras luces y redondos aires,
ese sol que va avanzando bajo palio.
Tiene la inmensidad mapa de tarde
y queda en el rescoldo del sembrado
la verde vocación de los trigales.
Una respuesta a «EL CASTELLAR EN UN SONETO»
Maravillosos secarrales, esos en los que la mirada puede perderse en la lejanía, donde los atardeceres son lentos y explosivos, donde todo es sobrio y a la vez exultante en sus manifestaciones…
Maravillosos secarrales, esos que sólo unos pocos podemos llegar a apreciar como las joyitas que son…